Vivió como quiso y si hay alguien que disfrutó la vida, fue ella. Ya pasaron 10 años desde que se silenció su acordeón pero el recuerdo de Sury Benavides, sigue presente, tan potente como su inigualable voz.
Sol Ángel María del Carmen Benavides Blanco es un nombre poco conocido en San Carlos pero, oír Sury Benavides, hace a muchos recordar a un ícono de la música sancarleña.
Muy fiel a su estilo, ella alegraba ambientes donde estuviera. Solo buscaba su inseparable compañero, un acordeón, para sacar de su alma lo que más amaba: la música norteña.
Todo inició cuando ella tenía 11 años y su hermano, el conocido Rafa Benavides, le regaló su primer acordeón.
"Yo fui el que la inició en esto, le enseñé con paciencia a tocar el acordeón, ella estaba muy chiquilla y ella poco a poco fue aprendiendo más y desarrollando esa voz tan noble que tenía", contó su hermano.
Sury creció en medio de instrumentos y músicos natos. Desde su propio padre, el reconocido Paco Benavides hasta la mayoría de sus hermanos y luego sus sobrinos y sobrinas.
Los Benavides Blanco, oriundos de San Vicente de Ciudad Quesada crearon una dinastía que aún se mantiene, con el paso de los años.
"Ella empezó con papá, salía a cantar y con él. Luego con unos hermanos crearon un grupo que era donde ella empezaba a cantar, le encantaban las rancheras y esa música y le salía muy bien", agregó don Rafa.
Con el paso de los años, Sury empezó a desarrollar una relación con la música al punto de transformar su sangre en notas musicales que salían de una voz que, pocos artistas nacionales, pueden igualar.
Era común verla en algunos bares del cantón y luego, era la encargada de poner el ambiente en sus propios establecimientos comerciales, donde no tenían que rogarle mucho para que sacara su acordeón.
"Ella era muy alegre, desde pequeña amenizaba fiestas familiares y se unían mis hermanos pero ella, siempre era las más alegre y sonriente", relató su hermano.
Sury falleció, por causas naturales, el 20 de octubre de 2013 pero quedó grabada en la mente de muchos como un ícono local, una digna representante del folclor sancarleño. Era la penúltima de 15 hermanos.
Siempre con un pantalón de mezclilla, camisa a cuadros, una faja con hebilla grande, botas y un sombrero. De pronto, sorprendía con un sombrero de charro y un traje impecable.
Así, muchos recuerdan a esta artista que dejó un vació en la música local y que extrañan.
Con fuerza, sin prejuicios, amando su acordeón, disfrutando su música, su arte. Así vivió Sol Ángel a quienes cientos de personas de todos los ámbitos acompañaron, el día de su funeral muy a su etilo: lleno de música ranchera.