A los 57 años de edad, la vida le cambió de un día para otro, al reconocido comunicador sancarleño Otto Francisco Corrales Arias.
Apenas iniciaba agosto de 2023, cuando cayó inconsciente en una acera de San José. Lo único que hizo en ese momento, fue apresurar el paso para que no cerraran el lugar al que iba.
Luego de ese episodio pensó que su desvanecimiento era alguna secuela del COVID pero, uno de sus hermanos insistió en algo más y fue cuando llegaron donde el cardiólogo. Ahí, sin más ni más, y en seco, conoció la noticia que le cambió la vida.
“Así como te lo cuento, el médico solo me dijo: a usted hay que operarlo a corazón abierto y hay que cambiarle una válvula y así, fue cuando sentí que el mundo se me cayó. Yo me imaginé como cuando uno abre un chancho a la mitad para comérselo”, recordó.
No había mucho tiempo, todo lo contrario. Había que empezar la carrera pues la válvula aórtica no funcionaba bien y Otto, podía morir.
Ahí empezó la carrera. El 07 de agosto de 2023, se internó, en primera instancia, por tres días en el hospital San Carlos para someterse a un cateterismo de urgencia, él sabía que no tenía venas obstruidas pero era necesario, medir la fuerza de su corazón.
Esos tres días, se convirtieron en tres meses dentro de las cuatro paredes de uno de los salones de medicina del hospital San Carlos solo, a la espera de una cama en el hospital México para poder realizar la operación.
“Es una espera que desespera, ya eran tres meses, la mente no da; el cansancio es mucho y era mi primera experiencia estando internado pero, vieras que uno empieza a ver cosas que antes no veía, uno se hace más humano”, dijo.
Los días pasaban y pasaban. Recuerda que en tres meses, la única vez que pudo ver el exterior fue cuando lo llevaron a una cita médica, ahí mismo en el hospital. Vio morir gente en la cama de a la par, conoció personas y topó con ángeles pero siempre, la experiencia era muy fuerte para él.
“Hay que decirlo, hay días en los que uno se quiebra por muchas circunstancias. Ahí pasé mi cumpleaños, me cortaron el pelo dos veces y es ver que un salón de esos la vida y la muerte andan de la mano”, dijo.
La espera terminó
Al fin, la espera terminó. El 20 de octubre de 2023 apareció la cama en el piso 7 del hospital México. Otto viajaba a San José, para su operación pero ahora, se sentía más cerca de la muerte. Ese procedimiento era como una prueba de fuego que no sabía si podía superar.
La primera decisión que tenía que tomar era si, en sustitución de su válvula aórtica quería una pieza mecánica o una de tejido de ganado vacuno. Eligió la segunda pues, el proceso de seguimiento era más sencillo.
“Yo le decía al doctor que solo faltaba que fuera de toro sancarleño porque se podía brincar la cerca”, dijo mientras reía.
Empezó el proceso: con una máquina especial Otto debía trabajar todos los días previos en fortalecer sus pulmones para que pudieran reiniciar después de la operación, junto con el corazón.
Por su formación, se describe como bastante preguntón pero llegó la cirugía. Su nombre ya aparecía en la pizarra blanca que anunciaba la agenda del día siguiente. Llegó el momento de guardar sus cosas personales en un bolsa sabiendo que, esa bolsa iba a una bodega y que, en caso de no superar la prueba, esa bolsa sería entregada a sus familiares. Pidió un marcador y le puso nombre, luego entró en crisis pero, pronto se recuperó.
Mientras pensaba que podía morir, la vida entera le pasaba por su mente, recordaba cada episodio vivido y hasta pidió ayuda a sus padres en el cielo, se quedó plácidamente dormido.
“El médico solo le dice a uno, esto es como cuando hay que cambiar el motor del carro para que siga funcionando, uno piensa que se va a morir porque hay que decirlo, es una cirugía de alto riesgo”, recordó.
La vida le dio otra a oportunidad a Otto ese 24 de octubre de 2023. Salió del quirófano al día siguiente ya estaba con terapia física. El 28 de octubre, salió de regreso a casa en San Carlos.
Su nueva válvula de tejido vacuno funciona perfectamente y cualquiera que lo ve, 8 meses después de esa cirugía, jamás imagina que pasó por ese proceso incluso, porque por una cuestión personal, él pidió a sus familiares que mantuvieran su situación alejada de las redes sociales.
Sin embargo, al superar tantas pruebas y solo tener una pequeña cicatriz en su pecho, pequeña por que la tecnología ahora lo permite, quiso que su testimonio ayude a quienes están en esa espera, que desespera.
"Hoy uno trata de convertirse en un agente multiplicador de información y para que la gente tome en serio el cuido del corazón. Igual que a un carro se le da mantenimiento, hay que hacerlo con el corazón", recomendó.
Su lección aprendida es disfrutar todo: desde un café hasta la vida entera. Descansar, reposar, darse gustitos y sobre todo, valorar a la familia, esa que estuvo ahí los tres meses del proceso.
"Viera que yo me di cuenta que mis hermanos tenían un chat sin mi y ahí era donde coordinaban cómo me iban a curar, quién me iba a traer, cómo me iban a atender. Al tercer día ya me estaba curando yo solo", dijo.
La otra lección aprendida es que, la vida cambia en un segundo. Nunca imaginó verse en un hospital y menos, durante tres meses.