Doña Ceci: una historia servida con cariño y que empezó con un acto de bondad

La historia nació justo donde hoy está el actual Rancho de Ceci, que alberga la satisfacción culinaria de cientos de generaciones familiares de todo el país.

Desde hace 63 años, el Rancho de Ceci es el punto de visita de miles de familias sancarleñas y de todo el país.

Es la parada fija en Zarcero para el desayuno, el almuerzo o el café de la tarde y detrás del rótulo, hay una historia que doña Ceci Rodríguez cocinó en su casa y que empezó con un acto sencillo de bondad.

La historia nació justo donde hoy está el actual Rancho de Ceci, camino a Laguna y que hoy alberga la satisfacción culinaria de cientos de generaciones familiares de todo el país.

Apenas tenía 16 años cuando abrió una venta de flores, queso, toronjas y otros productos. Un día, pasó un camionero y le contó que había salido de Terrón Colorado y no encontró dónde desayunar. Eso bastó para encender la cocina de la casa de su mamá.

"Yo le dije: no se preocupe, ya mi mamá tiene todo hecho y fui y le traje el pinto con costilla de cerdo, frijoles, un picadillo riquísimo de palmito, de todo tenía; entonces le llevé el platito y le di un fresco y aguacate. Cuando terminó me preguntó que cuánto era, pero yo no le cobré, le dije que era un detallito", contó doña Ceci.

Ese acto de bondad caló en Luis, así recuerda ella que se llamaba el trailero, tanto que al día siguiente logró convocar a 20 camioneros más.

Ahí, sentados en piedras con unas tablas como mesas, doña Ceci les sirvió los pintos, con huevos, natilla, tortillas y así nació el rancho.

El espacio se hizo insuficiente en cuestión de semanas y era necesario construir un local como tal y ese local fue el primer restaurante de Zarcero.

"Me fui para San Carlos donde Reynold Cerdas y le dije que me vendiera los trastes, una cafetera, una plantilla y no llevaba plata, tenía que pedir crédito. Venía en el bus que todo sonaba, eran dos sacos de trastos, ¢7.500 me costó", recordó.

Era un local pequeño que también le costó ¢7.500 construirlo y en poco tiempo ya no cabía la gente así que le llegó el momento de ir al banco y pedir ¢35.000 para ampliar su restaurante.

Al paso del tiempo, doña Ceci construyó no solo un restaurante, sino también una marca y sobre todo una tradición.

"Yo empecé con una buena calidad de comida, a mí me enseñaron desde muy pequeña a cocinar y la mantengo, además el amor, el cariño y la atención al cliente son importantes para mí. Traigan plata o no traigan hay que darle el bocadito a la gente", manifestó.

Desde la concepción del restaurante actual, ella apostó a la visita del turismo y al desarrollo de los cantones aledaños como base para seguir creciendo. En aquel momento los buses con turistas tenían que esperar en el centro de Zarcero a que hubiera campo para estacionar.

Mantener limpio, lindo y aseado su local es parte de la receta de 63 años. Foto: SCD.

No todo ha sido fácil para ella, la crisis económica de los años 80 y la pandemia son la parte triste de la historia, pero esta señora, de 77 años, pero con alma de joven, supo cómo nunca terminar derrotada.

Lo que hoy tiene es solo producto de trabajo y más trabajo. Amanecía a las 2:00 a.m. a moler maíz para tener cómo amortiguar las deudas para liberar su negocio lo más rápido posible.

El Rancho de Ceci permanecerá abierto hasta que Dios le permita vivir, cuenta ella misma.

"Me quedé solterona por trabajar tanto, yo no soy una mujer padeciente ni estoy enferma, pero si yo falto, ya el negocio se muere, eso sí".

Ella es el alma del Rancho de Ceci, su elegancia y prestancia siempre están presentes, incluso en sus rondas diarias por la cocina para verificar que sus recetas sigan intactas.

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