OPINIÓN

El privilegio de temer solo por sí mismo

Por: Judith Solano G.

Hace apenas unas semanas, el alcalde de San Carlos —el pueblo en el que crecí entre gente solidaria, empática y con principios— dijo que no iría a Israel. Lo dijo, al parecer, porque hubo bombardeos, y probablemente pensó que su integridad física corría peligro. Supongo que, en ese momento, sintió miedo. Y es legítimo sentir miedo. Pero lo que no es legítimo —ni justo, ni humano— es que ese miedo solo le haya importado cuando el cuerpo en riesgo era el suyo.

Porque finalmente, cuando la situación se calmó, fue. Viajó. Lo hizo sin pensar, al parecer, en los cuerpos vulnerables que todos los días viven bajo el asedio, el despojo, la ocupación y la muerte. No pensó en el pueblo palestino, que lleva más de 70 años resistiendo un sistema profundamente injusto. No pensó en las familias expulsadas de sus hogares, en los niños que han visto demoler sus escuelas, en las madres que han parido bajo el sonido de los drones. No pensó en nadie más que en sí mismo. Y eso, más que una decisión política, es una muestra de quién es como ser humano.

Me duele decirlo, porque después de más de dos décadas nuestro pueblo tuvo por fin la oportunidad de elegir un nuevo alcalde. Pensamos —quisimos creer— que elegir a alguien distinto, más cercano, significaría un cambio. Que habría un compromiso real con los valores que compartimos desde siempre: la solidaridad, la empatía, el respeto a la vida y la dignidad de todas las personas, sin importar nacionalidad, religión o etnia. Qué tristeza tener que reconocer que nos equivocamos.

Porque no es solo que viajara a Israel. Es que lo hizo sabiendo el reclamo ético que se le había hecho desde la ciudadanía, con cartas enviadas al Concejo Municipal, con voces claras pidiendo coherencia. Es que primero dijo públicamente que no asistiría y luego rompió su palabra. Es que solo consideró cancelar cuando él estaba en peligro, pero no mostró el más mínimo gesto de empatía hacia quienes viven en peligro permanente.

Y lo más lamentable es que no actuó solo. Las cartas no fueron dirigidas únicamente al alcalde; también se enviaron al Concejo Municipal. Todos los regidores tuvieron en sus manos la oportunidad de pronunciarse, de alzar la voz, de defender principios. Y, sin embargo, eligieron el silencio. Prefirieron mirar hacia otro lado. Su silencio los hace cómplices. Porque en política, callar ante la injusticia no es neutralidad: es colaboración.

Eso se llama privilegio. El privilegio de poder elegir si vas o no a un lugar donde hay guerra. El privilegio de vivir en paz mientras otros viven en ruinas. El privilegio de no tener que explicarte, porque siempre hay una excusa a mano. Pero también es algo más que privilegio: es falta de humanidad. Es la prueba de que si el privilegio te nubla la empatía frente a un pueblo entero que sufre desde hace décadas, ¿qué tipo de empatía podés sentir por las ciudadanas y ciudadanos de San Carlos?

Porque aquí también hay cuerpos vulnerables. Aquí también hay historias marcadas por el miedo y la desigualdad. San Carlos no es solo tierra de ganadería y paisajes hermosos; es una región golpeada por la pobreza, por la migración forzada, por la falta de acceso a la educación y a oportunidades reales. Recibimos a diario personas migrantes, principalmente nicaragüenses, que llegan buscando una vida digna. ¿Cómo va a empatizar con ellos alguien que ni siquiera pudo solidarizarse con el pueblo palestino?

Me da vergüenza que quien nos representa actúe así. Pero más que vergüenza, me da rabia. Porque nuestra comunidad —la que lo eligió— no es así. Aquí crecimos entendiendo que la palabra se honra. Que el dolor ajeno también importa. Que la justicia no es una consigna, sino una manera de vivir. Y que el poder, cuando se tiene, se ejerce con responsabilidad, no con arrogancia.

El alcalde podrá viajar donde quiera. Podrá tomarse fotos, dar discursos y fingir que todo está bien. Pero desde aquí, desde este rincón lleno de gente buena, seguimos creyendo que hay cosas que no se negocian: la coherencia, la solidaridad, y sobre todo, el respeto a la vida de otros pueblos.

Y eso, señor alcalde, no se compra con un pasaporte diplomático.
Parafraseando a León Gieco: pídale a Dios que el dolor no le sea indiferente.
Que no le sea indiferente el dolor de un pueblo que muere. Ni el de uno que, aquí mismo, lucha por vivir con dignidad.

Judith Solano González
Branding Designer

San Carlos Digital no es responsable por los comentarios y opiniones emitidas en esta columna. Los criterios emitidos, son independientes a la línea editorial. Envíe sus artículos de opinión a redaccion@sancarlosdigital.com con el asunto OPINIÓN, en un documento Word o formato editable. Además, adjuntar una copia de la cédula por ambos lados e indicar su profesión u oficio.

No se publican textos si la redacción está en mayúsculas, si contienen comentarios ofensivos o se basan en noticias falsas. San Carlos Digital se reserva el derecho de publicación.

Le puede interesar:

ÚLTIMAS NOTICIAS