La situación política actual de nuestro país es un escenario digno de crítica y de interés por parte de todos los costarricenses –evidentemente, no solo debería de ser así cuando nos movilizamos a las urnas- tras todos los fenómenos y escenarios que hemos podido apreciar; desde el populismo con discursos que apelaban a la indignación de la gente, hasta agrupaciones bien formadas que han perdido total representación en la asamblea legislativa. Nos hemos enfrascado en discursos y debates monótonos que han acaparado la atención casi total del electorado. Tras diferentes acontecimientos la euforia –en casos motivada por el miedo y hasta por el odio- se apoderó de nosotros, y de la mano de esa euforia parece que el tico de a pie se activó y empezó a poner especial atención a eso que llaman política.
En parte la movilización que hemos podido apreciar desde diferentes sectores se da por una amenaza directa a sus intereses personales o de colectivo, en el caso del sector conservador la alerta la activa la resolución de la CIDH sobre matrimonio igualitario y el verse a las puertas de lo que ellos llaman “ideología de género”, tras esto otro sector se activa al ver amenazados los derechos y libertades de minorías y el ascenso inminente de Fabricio Alvarado tras la primera ronda. Todas estas movilizaciones y acontecimientos despiertan el interés de más personas en la situación electoral, en el hecho de tomar posición frente a la segunda ronda y propiciar un debate necesario; esto último parece no agradar mucho a una parte del electorado opuesta al debate de ideas y argumentos, además de otra parte que lo que busca es basar el voto en el miedo, la euforia y el resentimiento –tanto en el bando de Restauración como en el del PAC-.
El especial interés en estas elecciones nos lleva a una cuestionante: ¿realmente estamos tomando la situación con la responsabilidad necesaria? El debate fuera de los medios de comunicación parece tomar un patrón siempre repetitivo, se apela al argumento de la poca preparación, la corrupción o el miedo, dependiendo de cuál bando se quiera criticar, y no desde una perspectiva constructiva, totalmente desde el ataque directo a la yugular. Se propicia primero un debate redundante (en temas como el matrimonio igualitario) y cuando el tema en discusión deja de ser una herramienta útil para el bando interesado se pide un debate más integral. Esto desde el debate a nivel de colectivo y población, sin embargo, se repite al nivel de los candidatos siendo Fabricio Alvarado el que se alejó de los debates cuando estos no le dieron el circo mediático que se buscaba.
El debate y la crítica no solo debe darse entre los candidatos, o entre los simpatizantes de un partido y otro –aunque estemos acostumbrados a que sea así- y debe mantenerse de forma permanente luego de las elecciones, siendo parte de la fiscalización que se debe hacer del trabajo de nuestros gobernantes. Una gran parte de la población parece tener miedo a la crítica, al debate y a ver la realidad de las cosas, esto lleva a ignorar los desaciertos y sobre todo a no exigir a quienes nos gobiernan un actuar responsable cuando son parte de “nuestro bando”. ¿Cuándo la crítica no se da ni si quiera en el periodo electoral aceptando errores claros e irresponsabilidades podemos esperar que se dé cuando se esté gobernando? El no ser crítico, el ignorar los errores y no ver la realidad de las cosas es un actuar irresponsable, y más aún en la política.
La euforia electoral ha despertado un aparente gran interés en la política, movilizaciones, grupos organizados y una preocupación aún mayor en temas del vivir costarricense. Sin duda a muchos nos agrada el ver ese gran interés, el debate que se genera y el hecho de que cada vez más personas quieran hacer de la política algo más transparente y más abierto, y más humano; pero también deseamos que el debate y la conversación cada vez sea con más información y con más argumentos, con crítica y realista. La política no revive cada cuatro años, y mientras muchos lo ven como solo el tema del momento hay quienes se seguirán levantando con política, almorzando con política y durmiendo con política, con responsabilidad y compromiso por un mejor futuro.
Es una responsabilidad propia fiscalizar que nuestros gobernantes cumplen con los deberes que el pueblo les delegó. También el exigir debates serios, responsables y el no hacer de la política un circo manejado por unos pocos. Nos queda esperar que en cuestión de meses el centro de atención de muchos costarricenses no cambie de política a fútbol –por poner un ejemplo cercano- y no olvidemos donde estamos con el primer grito de gol en el mundial, un concierto o un desfile. Que nuestros procesos, aprendizajes e interés no se borren al pasar la euforia electoral.
Sobre el autor del artículo
Jorge Soto Paniagua, estudiante de la carrera de derecho de la UCR.
Céd.: 6 0454 0816
___________________________________________
San Carlos Digital y su administración, no se hacen responsables por los comentarios y opiniones emitidas en esta columna. Los criterios emitidos, son independientes a la línea editorial. Envíe sus artículos de opinión a redaccion@sancarlosdigital.com con el asunto OPINIÓN