Son las 5 de la mañana de un sábado cualquiera. Laura Alfaro y su hija María Fernanda Murillo empiezan su día. Mientras Laura pone el café, Fernanda alista todo lo necesario.
Las botas de hule, están en la puerta de la casa. Los abrigos cuelgan en la pared casi a la salida. Una capa es suficiente en caso de lluvia.
Llega el transporte y salen de su casa en barrio El Campo en Ciudad Quesada hasta Muelle. Ahí, paran en una soda donde el dueño, cada jornada, les ayuda con la alimentación para todos los voluntarios.
Las manos se duplican. Terminan, entre todos, de preparar emparedados; alistan refrescos y ahora sí, a cumplirle a “La Abuela”. ¡A sembrar árboles!
La Fundación Abuela Ecológica nació, como tal, el 3 de diciembre de 2018 pero desde antes, fue el sueño de doña Bertalia González Villalobos. En 2015, ella tenía 78 años y empezó a pensar cómo atender los efectos del cambio climático en el proceso de alimentación de aves y especies silvestres; también pensó en cómo reducir la carga de dióxido de carbono en San Carlos.
En su casa, mantenía los arbolitos que luego salía a sembrar. La sala de su casa era una especie de vivero improvisado, algo que era parte de lo que la hacía feliz.
“La más grande herencia de mi mamá son tantos nietos que hay acá y me refiero a los árboles, a la protección, el cuido que da cada uno de ellos. Gente de otros países está pendiente de lo que hacemos por que admiran su idea, por que admiran lo que hacemos y eso nos motiva mucho por que confirmamos que no hacemos nada en vano”, contó Laura.
Desde 2015, cuando inició su obra y hasta 2020, año en el que murió, doña Bertalia sembró 20 mil árboles en todo el cantón sancarleño.
De estatura baja, cuerpo “menudito” pero fuerza y voluntad invaluable, caminaba por horas para llenarse sus manos de tierra y asegurar, por ella misma, las reforestaciones que siempre pensó, serían su mejor herencia para todas las generaciones futuras.
Pala al hombro, botas puestas, doña Bertalia recorrió cientos de kilómetros para dejar sus semillas como herencia.
Ese paso por decenas de bosques, comunidades, veras de ríos y cualquier otro rincón en el que dejó un árbol, fue lo que la convirtió en “La Abuela Ecológica”.
Doña Bertalia, falleció el 15 de mayo de 2020 luego de luchar contra un cáncer de recto que, solo en sus últimos días, le apagó la fuerza para reforestar. Aún en su cama, días antes de morir, preguntaba por sus semillas.
Pero su muerte no significó perder la esperanza. El legado de La Abuela está más vivo que nunca en manos de su hija Laura y su nieta María Fernanda quienes asumieron la fundación y trabajaron duro por conseguir recursos económicos para mantenerla en operación.
Gracias al apoyo de la Municipalidad de San Carlos, ahora disponen de un espacio en el que instalaron un vivero. Ahí germinan las semillas y en este momento tienen 10 mil árboles disponibles para siembra.
Al paso de los años y tras la muerte de La Abuela la cantidad de árboles reforestados aumenta de forma considerable. A este momento, la herencia de La Abuela supera los 45 mil árboles.
Al cierre de este año, la Fundación siembra entre 500 y 600 árboles cada semana pero, la meta podría aumentar para el próximo año.
“La idea es que podamos llegar a 3 mil árboles por mes para poder decir que le cumplimos a La Abuela, que estamos enteradas de la visión que tenía que era crear esos pequeños pulmones verdes en el cantón”, dijo Laura.
Reducción de emisiones
Estas acciones, según expertos, ayudan a descarbonizar 855 toneladas de CO2 cada año en nuestro cantón.
“Teniendo en consideración la siembra de 46 mil árboles y con una pérdida de un 5% de mortalidad por poco cuido u otras condiciones, obtenemos 2250 árboles menos, por pérdida. Luego, estandarizamos que un árbol absorbe entre 10 a 30 kg de CO2 al año y de ahí sacamos que la Fundación Abuela Ecológica por medio de sus labores de reforestación ha conseguido una reducción de un aproximado de 855 toneladas de CO2 al año” detalló Francisco Villalobos, ingeniero forestal.
Las reforestaciones se convierten en pequeños pulmones verdes que empiezan a emerger en distintas partes del cantón y que, a futuro serán el respiro ambiental de nuevas generaciones.
“Creemos que las nuevas generaciones podrán aprender de la importancia y función que cumplen los árboles al observarlos crecer, florear, producir frutos y conocer que gracias a las labores de siembra se pueden contar con pequeños pulmones, capaces de absorber diversos contaminantes que son depositados a la atmosfera por medio de las actividades humanas desarrolladas diariamente, y al comprender sobre la importancia serán guardianes de los bosques y colaboradores en la protección entendiendo el legado y la razón de existir de la Fundación Abuela Ecológica”, comentó Nazareth Salas, ingeniera ambiental de la organización.
Los programas de reforestación tienen que ver con la descarbonización y también con asegurar alimento para especies silvestres en peligro de extinción.
Las siembras pasaron de 700 árboles en 2015 a 15 mil el año anterior y 11 mil este año.
Aunque la Fundación trabaja con distintas especies forestales, las más importantes son el almendro, el espavel, el corteza amarillo y el sotacaballo y esto, tiene que ver con que cumplen funciones específicas para especies como la lapa verde y la danta que están en peligro de extinción. Además de que funcionan como contención en caso de desastres naturales.
“Es importante rescatar que todas las especies son de interés, ya que cada árbol cumple una función importante e indispensable en los ecosistemas, pero para las labores de la fundación hemos elegido especies que no se nos dificulta conseguir o que el proceso de germinación sea más exitoso para que no se nos reduzcan las cantidades”, acotó Villalobos.
Para cumplir con el propósito, la Fundación desarrolla campañas específicas. Por ejemplo: Un Norte para la Lapa Verde que sembró 8 mil árboles de almendro amarillo en un corredor específico de la Zona Norte; además hubo una campaña para restaurar bosques deforestados en la Reserva Indígena Maleku en Guatuso, esto por que están en proceso de recuperación de tierras, tierras que no indígenas convirtieron en fincas ganaderas.
Otra de las campañas tiene que ver con reforestación, recuperación y aseguramiento de nacientes de agua con, ASADAS de todo el cantón de San Carlos y también, la Fundación Abuela Ecológica es parte del proyecto Huella del Futuro que impulsa el Gobierno de la República con la siembra de 200 mil árboles en toda la Zona Norte para contrarrestar el cambio climático.
Al paso de este año, empresas privadas se sumaron a la iniciativa y abrieron espacios verdes en complejos turísticos, industrias, bosques y hasta en las comunidades en las que operan. Esto, da esperanza a las impulsoras de la herencia de La Abuela pues, empiezan a ver que el tema ambiental ocupa a los sancarleños.
El día a día de la Fundación incluye diversas actividades, a parte de las reforestaciones. El centro de operaciones es el vivero que abrieron hace poco más de un año. Laura, Fernanda y grupos de voluntarios trabajan la recolección de semillas, germinación, embolsado, preparación de tierra, clasificación e identificación de especies.
“Todo esto incluye la educación ambiental que los voluntarios y participes de las reforestaciones reciben cada vez que se realiza una siembra, recordando el gran aporte que tiene para la naturaleza la incorporación de nuevas especies de árboles en los diversos ecosistemas”, agregó la ingeniera Salas.
En este momento el vivero tiene 105 especies distintas de árboles y arbustos. La mayoría, especies nativas y solo 5 introducidas.
También la Fundación tiene empresas que colaboran en las actividades ambientales, como Peyuko, The Golden Products, Gandul, Idearte, Vías y Fauna Silvestre, y además, hay convenios con la Municipalidad de San Carlos, Municipalidad de Rio Cuarto, Municipalidad de Guatuso, el INDER, SINAC, Bosque Eterno de los Niños, Consejo Territorial de Desarrollo Rural de San Carlos, Peñas Blancas, Rio Cuarto, CITTED, UNED, UTN y CONELECTRICAS.
El financiamiento propio depende de colaboraciones y ayudas voluntarias que aportan ciudadanos y unos pocos patrocinadores. Siempre les falta dinero para bolsas, transporte, implementos o para dar alimento a los cientos de voluntarios que les acompañan en distintas jornadas de siembra.
Cada día lleva a Laura y a Fernanda a un nuevo rincón de San Carlos. La sala de su casa, la casa de La Abuela; está llena de palas, picos y todo lo que necesitan para sus jornadas.
Al terminar el día, las botas llenas de barro o tierra quedan afuera, en la puerta. Ahí mismo encuentran las sandalias para entrar a descansar. Los abrigos vuelven a colgar cerca de la puerta.
Laura enciende la cocina para calentar lo que hay para comer, mientras Fernanda empieza a repasar las fotos que tomó de la jornada para subirlas a la página de Facebook que siguen poco más de 3 mil personas en todo el mundo.
Son las 4 de la tarde de un sábado cualquiera. En El Tanque de La Fortuna dejaron su trabajo, dejaron la herencia de La Abuela con 500 árboles sembrados. Llegan a descansar por que al día siguiente, la voluntad y el amor por conservar el medio ambiente, también amanece temprano. Rondan por la casa con el espíritu aventurero de doña Bertalia, La Abuela Ecológica.