Las bellas flores que parecen motas amarillas llenan las copas de los árboles, y generalmente, a los ocho días, caen formando preciosas alfombras, bajo los miles de árboles que crecen en la Zona Norte y otras partes del país.
Es el Corteza Amarilla que en estas épocas se luce en todo su esplendor.
Pero no es por su belleza que fue declarado árbol cantonal. ¡No! Es más que todo por su utilidad.
Remontémonos al San Carlos de hace setenta u ochenta años y entremos a la casona de madera, en Venecia, donde vivían don Chico Rodríguez y doña Margarita Quesada con sus hijas gemelas y su hijo Fido.
Allí estaba siempre el tío Alfredo, ocasión que le servía al trío de adultos para hablar del San Carlos de los viejos tiempos, lo que hipnotizaba a chiquillo nacido en 1931.
Lo que más le embelesaba eran los comentarios sobre el hermoso corteza amarilla, que al florecer iluminaba bosques y pueblos.
Cada uno expresaba una cualidad del árbol, hasta llegar a una lista interminable.
Pasaban los años y en la mente del pequeño se afianzaban la antiguas conversaciones. De niño pasó a la adolescencia y la vida adulta sembrando y viendo los árboles y durante la metamorfosis de su vida, decidió que algún día ese debía ser el árbol símbolo de San Carlos.
Aprovechando que se aproximaba la celebración del 85 aniversario del cantonato, presentó, apoyado por la Asociación de Boyeros de San Carlos, una ponencia que justificaba, porqué debía ser el citado símbolo.
Dice don Wilfrido, más conocido como don Fido, que el árbol trajo muchos beneficios y bienestar a los primeros pobladores y sus descendientes ya que con su madera se fabricaron las vigas, los bastiones y taboncilos de los puentes construidos sobre los ríos caudalosos que regaron y riega este territorio norteño.
Agregó don Fido que fue el cemento natural que nuestros antepasados usaron para los puentes que dieron paso seguro a las múltiples yuntas de bueyes, bestias, y otros y animales que pasaban por veredas y los rústicos caminos de la primera mitad del siglo pasado.
Con esta madera se hacían cajas de galopas, zachos, mazos , formones, empuñadura para palas a o cualquier otra herramienta pequeña que usó el agricultor de ese tiempo.
Sobre los puentes hechos con esa madera en esa época, pasaron los primeros camiones que atravesaron esta región, llevando pesadas cargas a los mercado de la Meseta Central y viceversa.
Hablar del Corteza Amarilla es poner el alma y el espíritu a divagar por el trayecto sagrado de la historia norteña, y declarar así que somos el cantón generoso, progresista y saludable.
Ante tan vehemente exposición la Municipalidad de San Carlos, unánimemente, declaró el Corteza Amarilla como el Árbol Cantonal de San Carlos.
*Nota de la periodista Ángela Ulibarri para SCD.