El pasado 8 de marzo, se conmemoró un año más del día internacional de la mujer. Se podrían escribir enciclopedias en torno a este tema, sin embargo, me abocaré a abordar una perspectiva de reconocimiento meritorio, digno del respeto y admiración que se merecen todas las mujeres del mundo.
Lamentablemente, la historia ha sido cruel con las mujeres desde sus más remotos registros. Sus derechos y reconocimientos en equidad, datan apenas de pocas décadas atrás. El machismo y las ideologías equivocadas, mantuvieron a tan preciado ser, relegadas a permanecer pasivas en las obscuras sombras masculinas durante siglos.
Nuestro país no se escapó de tan equivocadas actuaciones mundiales. Un simple ejemplo de ello, es que antes de la conformación de la Segunda República, con la Constitución de 1949, la mujer tenía completamente restringido la participación activa de las fiestas electorales.
Sin embargo, el país supo reconocer ese valor igualitario cuando el 30 de julio de 1950, doña Bernarda Vásquez Méndez, una humilde campesina de la Tigra de San Carlos, ejerce por primera vez el derecho al voto que tanto se le negó al género femenino desde los primeros días de la concepción de Estado.
Posterior a eso, vinieron los primeros cargos femeninos de elección popular en diputaciones y demás puestos públicos, mismos que abrieron la dura brecha de la igualdad en diversos campos, hasta culminar en el año 2010, con la histórica elección de la primera mujer presidente de Costa Rica; doña Laura Chinchilla Miranda. Hoy día la inclusión de la mujer es una realidad latente y en efervescencia.
No obstante, a la fecha aún vivimos inmersos en desigualdades de todo tipo si de géneros se trata. Está comprobado que las mujeres ganan alrededor de un 28% menos que un hombre en puestos similares. Además, el índice de desempleo es sustancialmente mayor en las mujeres que en los hombres, pese a que las universidades hoy en día gradúan casi la misma cantidad de hombres que de mujeres prácticamente en cualquier rama. Y los índices de empleo informal o subempleo son también claramente desfavorables para las mujeres, en un país que no ha logrado aún entender el verdadero papel que ellas representan para la sociedad.
Pero la mujer es más que un sinfín de acontecimientos sociales o políticos que a la fecha todavía se siguen documentando. La mujer es la mayor expresión por excelencia de lo que significa ser una guerrera incansable.
Es común observar casos de mujeres que han convertido en su diario vivir los difíciles vaivenes que representa ser madre, jefa de hogar y trabajadora, todo al mismo tiempo, ya sean solteras o casadas. En ocasiones como emprendedoras o empresarias, profesionales o estudiantes, o simplemente como parte de la fuerza laboral de este país en alguna de sus tantas manifestaciones. Todo lo anterior sin arrugar la cara ni levantar la voz para reclamar tan recargadas funciones que, dicho sea de paso, no les impide dedicarse tiempo a sí mismas haciendo gala a la feminidad que las caracteriza.
Pero esto no queda aquí, cambios hormonales en promedio cada 28 días y en algunos casos extremos, con fuertes dolores corporales, las acompañan durante un gran lapso de sus vidas. Ante tales eventos recurrentes, ellas deben aprender a bailar bajo la lluvia en vez de esperar a que ésta pase, ya que esos malestares pueden prevalecer desde unas pocas horas hasta varios días; imposible salirse de sus roles mes a mes por culpa de tan incómodo suceso fisiológico exclusivo de su género.
Y ni qué decir del don de procreación de vida. Durante 9 largos meses, están dispuestas a deformar su cuerpo, limitarse de placeres y hasta sufrir las incomodidades del proceso, con tal de traer a este mundo a las futuras generaciones que nos proseguirán. Obvio, que solo en una pequeña parte de esta etapa le dedican el 100% del tiempo a su estado pre y post materno, ya que, pese a los evidentes inconvenientes, continúan siendo sin mucho titubeo, un elemento más del mundo que las rodea durante gran parte del embarazo. Realmente digno de admirar.
Sin duda, las mujeres son seres fenomenales. Muchas son las virtudes que se podrían denotar al respecto, pero basta con resumir, que la mejor manera de conocer dichas virtudes, es tener el placer y privilegio de convivir con ellas, no importa en la denominación que sea, si se tratase de madre, esposa, hermana, hija, tía, abuela, o incluso una simplemente amiga, lo cierto del caso es que, si adaptamos la famosa frase de Julio María Sanguinetti, podríamos concluir que, donde haya una mujer, esté donde esté, habrá divinidad.
Por: Esteban F. Coto Corrales / Cédula: 11660807