Costa Rica apostó hace años por un modelo de desarrollo basado en el ambiente, el turismo sostenible y la paz, y a mi criterio a funcionado, por un tiempo. Nos posicionamos como un país verde, sin ejército, con estabilidad y con una marca país admirada.
Pero hoy ese modelo se hace agua por varios lados, y no es tema de un Gobierno como mencione en artículo anterior, para evitar los fanáticos.
Uno de los puntos más críticos para nuestra Zona Norte y país, es sin duda, Crucitas. En nombre del ambiente se detuvo la minería industrial, pero se abrió la puerta a algo mucho peor: una minería ilegal que no respeta ambiente ni ley, y que ha traído violencia, contaminación, redes criminales y un abandono estatal escandaloso; y por enumerar algunos males.
La paz, que era nuestra bandera, está siendo vulnerada por flujos de dinero ilícito, crimen organizado y una Fuerza Pública debilitada y sin recursos, y una política pública enfocada en pleitos electorales más que construcción de país. Entonces, ¿qué nos queda? ¿Un discurso vacío o un modelo que debe evolucionar?
No se trata de renunciar a nuestros principios ambientales y desarrollo sostenible. Se trata de reconocer que el abandono no es protección, y que, quizás, la única salida posible sea la intervención técnica, responsable y regulada del yacimiento, para darle orden a lo que hoy es caos.
Una explotación controlada permitiría generar ingresos para seguridad, infraestructura pública, inversión social y recuperación ambiental.
El impacto de explotar es alto, sí no cabe duda, pero más alto ha sido no hacerlo y sin necesidad de estudios complejos, solo conociendo la realidad. Hoy hay una deuda social y ecológica que no se resuelve con discursos, ni mil visitas al lugar por los políticos.
¿Seguiremos optando por la parálisis moral o tendremos el coraje de replantear el modelo sin traicionar nuestros valores?
MAF Nelson Ugalde R.
Epxresidente municipal