En días recientes, un artículo de opinión publicado en San Carlos Digital titulado “¿Debe San Carlos renunciar a las oportunidades por conflictos ajenos?”, sugirió que deberíamos separar los derechos humanos de las «oportunidades» que ofrece el mundo, por lo que me siento en la necesidad moral y personal de alzar la voz.
No, señor columnista. Lo que ocurre en Palestina no es un “conflicto ajeno”. Es un genocidio. Son más de 50.000 personas asesinadas, un tercio de ellas, niñas y niños. Es la ocupación sistemática, la limpieza étnica, el apartheid. No es un conflicto entre iguales, ni una disputa política lejana que podemos ignorar desde la comodidad de nuestras montañas. Es una crisis humanitaria que interpela a toda la humanidad, y por tanto, también a San Carlos.
San Carlos no se encuentra dentro de una burbuja. Forma parte de Costa Rica, un país que ha elegido el camino de la desmilitarización, el respeto al derecho internacional y la diplomacia activa por la paz. Costa Rica retiró su embajada de Jerusalén en 2006 por respeto al derecho internacional y fue uno de los primeros países del continente en reconocer al Estado de Palestina en 2008. Hemos votado en las Naciones Unidas a favor de un alto al fuego y del cese de la ocupación. Esa es nuestra posición histórica, y debe seguir siéndolo.
Asistir a un evento auspiciado por el Estado de Israel en este contexto no es una oportunidad: es un acto de complicidad. No se puede hablar de urbanismo innovador mientras se destruyen ciudades. No se puede hablar de tecnología con quienes bombardean hospitales y refugios. No se puede hablar de cooperación con un régimen que ignora resoluciones de la ONU y dictámenes de la Corte Internacional de Justicia. Las “oportunidades” que se construyen sobre el dolor y la sangre de miles no son desarrollo: son cinismo.
Mi inconformidad no nace del resentimiento ni del deseo de aislar a nuestro cantón, sino del amor profundo que le tengo. Mis abuelos ayudaron a construir este cantón desde valores éticos, con esfuerzo, dignidad y compromiso con los demás. Ellos no pensaron sólo en lo inmediato o en lo útil; pensaron en lo correcto. Esa herencia moral es la que hoy defiendo.
Porque sí, hay valores supremos. Y los Derechos Humanos —aprobados universalmente por la ONU— no se subordinan a “oportunidades” económicas o tecnológicas. Sin justicia, no hay desarrollo verdadero. Sin ética, todo “progreso” es un espejismo. No se trata de ideología, se trata de humanidad.
Aún estamos a tiempo de rectificar, de estar a la altura de nuestra historia y nuestros principios. Que San Carlos no se convierta en cómplice de la barbarie por buscar favores disfrazados de alianzas.
La neutralidad frente al genocidio no es neutralidad. Es una forma de violencia.
Judith Solano González
Lead Branding Designer