María Fernanda Rodríguez Ávila, dedicó la mitad de su vida para prepararse a cumplir un sueño. Lo que nunca imaginó fue que, alcanzar esa meta, sería su peor pesadilla.
Miss Costa Rica, en 2022 y Miss Universo a inicios de 2023, le cambiaron la vida. El sueño de toda la vida estaba cumplido, pero, luego de a pocos, ella empezaba a tocar fondo.
Su historia
"Esto fue un trabajo de 11 años de mi vida, yo teniendo ahora 26 años es casi la mitad de mi vida fue mi adolescencia y el inicio de mis 20 soñando que iba a ser Miss Costa Rica, era algo muy poderoso que significaba mucho para mí pero, ahora creo que no es lo mismo estar en el proceso de cumplir un sueño a cuando ya llegamos a ese sueño", dijo.
Desde niña idealizó ser una mujer hermosa y segura de sí misma porque eso era lo que para ella, reflejaban las reinas de belleza.
Sin embargo, cuando ella llega a la cima con todas las expectativas del mundo, el castillo no era cristal.
"Cuando llego veo que acá no hay mucho apoyo, ya uno pertenece a una organización entonces hay que pedir permiso para todo, son dueños de tu imagen, deciden que tanto apoyo te dan y no te dan y esto es una mala pasada porque uno piensa que puede hacer muchas cosas y que le van a decir sí a todo o que, simplemente van a soñar tanto como uno", relató.
Prácticamente, durante un año completo, su vida entera la decidía una organización y ese sueño se convirtió en un trabajo no pagado. Su idea no era esa, la niña que soñaba con ser "Miss", empezaba a ver una realidad que desconocía detrás del concurso.
Miss Universo: una cachetada de realidad para su vida
Luego de su participación en Miss Universo empezó la decadencia para María Fernanda. No solo era lidiar con las críticas por su paso sin quedar en las finalistas si no también, era su lucha interna por no alcanzar lo anhelado.
"Tenía que regresar a Costa Rica y seguir cumpliendo compromisos de la organización, tenía que seguir sonriendo como si nada hubiera pasado, como que no se me había muerto un sueño por el que había luchado toda la vida. Estaba rodeada de personas que querían ver perfecta mi imagen, pero a nadie le importaba como me sentía, entonces uno deja de ser humano, así lo vi: Fue un año de deshumanización completa, solo cumplir compromisos, sonreír, verme bonita, ropa super linda, físicamente llega a un extremo muy complicado", recordó.
Ya la relación con su pareja era de altos y bajos, se sentía inestable y eso lo trasladaba a esa relación con su novio e incluso, con sus familiares.
Desde siempre asegura que ama a Dios, pero hasta eso, iba y venía. Cuando se sentía más mal, más lo buscaba. Cuando estaba bien, ya no tanto.
Llegó el día de entregar la corona y eso para ella, fue quitarse la venda de los ojos sobre en lo que su vida se había convertido.
Para ese momento ya la organización no era parte de su día a día y ella podía tomar el control de todas sus actividades, incluso podía decidir por sí misma que ropa utilizar, pero para ese momento, ya no era como antes.
"Ya yo no sabía quién era, no recordaba que me gustaba, no tenía trabajo, y empiezan a pasar bastantes cosas, empiezo a tomar malas decisiones tras otras y empezaba a tocar fondo. Inicio con depresión muy fuerte, tomaba antidepresivos, dejé de comer, había terminado con mi pareja y volví con él porque sentía que era la única persona que me entendía", dijo.
Bajo todas esas circunstancias ya María Fernanda tenía pensamientos muy fuertes, hasta de querer quitarse la vida y fue cuando decidió buscar ayuda profesional.
Consultas en psiquiatría le ayudaron a reanimar su vida, pero, ella sentía que no terminaba de sanar. Solo sabía que tenía que lidiar con una lucha espiritual.
De forma paralela a todo esto, ella queda embarazada. Algo que alegró a ella y su pareja, pero su familia tenía más miedo por la situación que ella atravesaba.
Ese bebé era el nuevo sueño que empezó a tener, pero siempre, en medio de su inestabilidad. Aunque la ilusión era mucha, pero Dios tenía otros planes y ella perdió ese bebé en un aborto espontáneo. También vino, al tiempo, una nueva ruptura con su pareja.
En este momento ya esa sabía que la que estaba mal era ella. Ya no podía engañarse a sí misma.
"Fue cuando sentí que toqué fondo y empiezo a trabajar en mi desde cero, me confesaba, hablaba mucho con el padre y así con Dios. Después llevaba varios días hablando de un retiro y pensé que me podía ayudar. Una semana antes mi mamá me llamó y me dijo que fuéramos" contó.
En ese retiro estaba la paz que ella necesitaba. Estaba la medicina que le curó el alma. Estaba lo que llenó los vacíos de su corazón.
"Si alguien me llega a pedir un consejo de cómo salir de una situación difícil o muy grave, le diría que vaya a ese retiro. Nosotros los humanos no somos los suficientemente fuerte para vivir algunas cosas, estamos dando luchas espirituales sin saber, esto fue como que me agarraron con una varita mágica y me dijeron, usted es una nueva Fernanda, salga y disfrute su vida", finalizó.
"Conquistando naciones para Jesús", es el nombre de ese retiro que incluso tiene nuevas fechas este agosto y toda la información está en la Parroquia San Roque de Ciudad Quesada.
De ahí ella no solo aprendió a servir más a Dios si no también que la grandeza es solo para él y sobre todo entendió que no tiene que ser perfecta.
Ahora tiene el trabajo que siempre soñó como ingeniera civil, disfruta de casa segundo, termina de coser heridas y siempre segura que Dios fue quien salvó su vida. Va a misa regularmente como forma de agradecer su salvación.
También espera que este testimonio cale en tantas personas a las que un sueño arrastró al abismo y sobre todo quiere que muchas niñas que tengan ese sueño que ella tuvo, sepan cómo vivirlo sin que eso les signifique dejar de ser ellas mismas.