"Las salas de partos son los cuartos de cada una de nosotras, son los lugares donde uno se pone de rodillas, las salas de partos no es estar uno acostada, es de rodillas pidiéndole al cielo y en mi caso, Victoria tenía ya ese nombre y se lo dejamos porque es una victoria del amor de Dios".
Este es parte del testimonio de Grettel Corrales Corrales, una madre cuya hija nació de su corazón.
Para alguien quien soñó ser madre, oír un diagnóstico médico que contraría ese sueño, es ver el mundo caer a pedazos. Eso le pasó a Grettel pero, para esta vecina de Florencia, saber esperar la llevó a conocer a su eterno amor.
"Esto es una batalla contra uno mismo, primero el vivir el duelo de saber que uno no puede ser mamá por la vía normal pero después, entender que el por qué Dios permitió de que fuera de otra forma diferente y hoy, le puedo decir que me siento sumamente afortunada y creo que fui seleccionada por Él, dijo.
La decisión de adoptar un hijo o una hija viene acompañada de posiciones sociales, tabúes, pensamientos erróneos, pero con la valentía que conlleva, ser madre de una forma distinta a la natural.
Es algo tan diferente que para Grettel la espera fue de más de 9 meses y los chequeos prenatales los cambió por una espera que, de pronto, empezaba a desesperar con viajes constantes a San José, porque solo allá llevan trámites de adopciones.
"Son esperas de llamadas telefónicas, de un número, de otro, de una oficina, de una institución gubernamental, el proceso está lleno de procedimientos, de llenar formularios, pasar exámenes psicológicos entonces es más que un embarazo de 9 meses", relató.
Su espera fue de poco más de un año, pero siempre tuvo la paciencia que el proceso requería a pesar de noches de desesperación, frustración y hasta llanto.
"Una mamá sabe que espera ocho meses y medio o nueve meses pero uno una mamá como yo no lo sabía", dijo.
La llamada que cambió la vida. Su hija nació de su corazón
"Yo estaba en mi trabajo una mañana y recibí una llamada. Era del PANI y me dicen que si yo aceptaría a alguien que tenía 6 meses más de la edad que yo había puesto en el formulario; inmediatamente dije ¡Sí!", recordó.
Después de esa llamada, fue con su entonces esposo a San José a conocer su expediente, a conocer a su hija por foto y así inició el proceso para ir donde estaba su pequeña gran Victoria. Era diciembre de 2018 y su nueva familia iba a conocerla con manzanas, galletas.
Luego, antes del primer abrazo, Victoria conoció su casa, su entorno y sus mascotas por medio de un álbum y eso, fue suficiente para ella, ya tenía demasiado amor en su corazón.
"Recuerdo que ella le dijo a la trabajadora social que me llamara y cuando yo tomé el teléfono de una vez me dijo: ¡Aló, mamá! Fue una sensación con la que aún se me salen las lágrimas porque era una palabra que nunca había escuchado", recordó Grettel.
Inició el proceso de emparentamiento y con ello llegó ese esperado abrazo. Para ella fue tocar un ángel, palpar la respuesta de Dios luego de tanta espera, de tanto llanto, de tanta frustración.
Hoy por hoy ambas viven a plenitud su amor de madre e hija, ambas son conscientes de que los tiempos de Dios son perfectos y todo ella cuando sea el momento correcto. La princesa hoy tiene 13 años, desde hace 5 comparte corazón con su madre.